Conceptos sobre educación
Como primer educador autóctono, el creador de la bandera nacional puso énfasis en la escuela pública gratuita. Ésta debía ser un pilar de moralidad y tenía que tener como misión fundamental la de alfabetizar a toda la población, cualquiera sea la procedencia social de sus habitantes.
Desde las hojas del Correo de Comercio de Buenos Aires, Belgrano descargaba su bronca contra la catastrófica situación que vivía la educación en general, y este cuadro desalentador se lo endilgaba a “la época desgraciada que acabamos de correr y sobre la cual mejor echar un velo para no conmover más nuestros corazones”. Sentencias como ésta, seguramente se vieron influenciadas por el rol revolucionario que le cupo a Manuel Belgrano en la hora decisiva de Mayo de 1810, destinada a eliminar los vestigios de la etapa virreinal que la precedía.
En la edición del 17 de marzo de 1810, el patriota decía que “casi se podrá asegurar que los Pampas viven mejor, porque al fin tienen sus reglas con qué gobernarse, conocen una autoridad que los ha de premiar o castigar si faltan a ellas, y el ojo celador del cacique está sobre ellos: no así los nuestros entregados a sí mismos, sin haber oído acaso la voz de su pastor eclesiástico, dejan obrar sus pasiones y viven en la decantada vida natural en que todo es un abandono y un desastre perpetuo”.
Belgrano sostenía que los antiguos reinados de Europa se empeñaron en la profundización de los “establecimientos de educación y no ha habido colonias en todo el universo, a quienes sus conquistadores hayan proporcionado tantos beneficios”. En cambio, al irrumpir en el viejo mundo el Despotismo Ilustrado “es cuando hemos visto mirar con el mayor abandono este ramo de la felicidad pública en estos países [virreinatos americanos], ya destruyendo lo establecido, ya negando los nuevos establecimientos de educación que se proponían”, afirmaba Belgrano.
Bregaba, asimismo, por “tratar de atender a una necesidad tan urgente, como es la que estamos de establecimientos de enseñanza, para cooperar con las ideas de nuestro sabio Gobierno a la propagación de los conocimientos”. En lo concerniente a la formación moral del hombre argentino, Belgrano sostenía que debía hacerse “con aquellas nociones más generales y precisas con que en adelante pueda ser útil al Estado”.
Ya el 24 de marzo de 1810, también desde las páginas del Correo de Comercio de Buenos Aires, Manuel Belgrano propugnaba la fundación de escuelas primarias en las ciudades, villas y parroquias de la campaña, utilizando para ello fondos públicos. En la campaña “residen los principales contribuyentes a aquellos ramos [de la educación] y a quienes de justicia se les debe una retribución tan necesaria”, manifestaba. Aquí es notable el concepto belgraniano de la educación: tenía que ser para todos los sectores por igual, sin distinciones.
En la misma fecha reclamaba: “Obliguen los jueces a los padres a que manden sus hijos a la escuela, por todos los medios que la prudencia es capaz de dictar, y si hubiere algunos que desconociendo tan sagrada obligación se resistieren a su cumplimiento, como verdaderos padres que son de la patria, tomen a su cargo los hijos de ella y pónganlos al cuidado de personas que los atiendan”. Los hombres de la Iglesia tenían que predicar “acerca del deber de la enseñanza a los hijos; estimulen a los padres para que les den tan arreglada dirección, valiéndose de los medios que proporciona su influencia en los espíritus”, decía. Quería Belgrano que los maestros “sean virtuosos y puedan con su ejemplo dar lecciones prácticas a la niñez y juventud y dirigirlos por el camino de la Santa Religión y del honor”.
Sin embargo, tan nobles conceptos apenas sí pudieron cumplirse en la realidad, pues los acontecimientos revolucionarios se dieron vertiginosamente, de modo relampagueante, todo lo cual impidió su completa realización. El propio Belgrano tuvo que salir a hacer campañas militares en los años posteriores e inmediatos a 1810, que se van a prolongar hasta 1815, cuando deja la actuación militar y pasa a desempeñarse como diplomático en Europa, regresando a nuestras tierras de forma intermitente, esporádica.
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